jueves, 31 de diciembre de 2009





Una película espectacular, de las que dejan huella. Es perfecta para pasar una tarde en pareja ysoñar con los personajes de la película, con alegría, amor, felicidad y humor.







AÑO 2007
DURACIÓN Nunca tendría que acabarse
PAÍS Francia

DIRECTOR Eric-Emmanuel Schmitt
GUIÓN Eric-Emmanuel Schmitt
MÚSICA Nicola Piovani
FOTOGRAFÍA Carlo Varini
REPARTO
Catherine Frot, Albert Dupontel, Jacques Weber, Fabrice Murgia, Nina Drecq, Camille Japy, Alain Doutey, Julien Frison, Aïssatou Diop, Laurence D'Amelio, Philippe Gouders, Nicolas Buysse, Bruno Metzger
PRODUCTORA
Bel Ombre Films / Pathé Renn Productions / TF1 Films / Les Films de l'Etang / Canal +
WEB OFICIAL
http://www.odettetoulemonde-lefilm.com/
GÉNERO Y CRÍTICA

Comedia. Realismo mágico / SINOPSIS: Odette (Catherine Frot) no tiene, aparentemente, ninguna razón para ser feliz, pero lo es. Balthazar (Albert Dupontel) no tiene, aparentemente, ninguna razón para ser infeliz, pero lo es. Odette es una cuarentona torpe que trabaja en la sección de cosméticos de unos grandes almacenes. Sueña con Balthazar Balsan, su escritor favorito, a quién cree que le debe su felicidad. Balsan es un hombre de éxito, atractivo y seductor que está a punto de aparecer inesperadamente en la vida de Odette. Un cuento mágico sobre dos náufragos de la vida a los que les separa todo...

Javi y Eva






domingo, 13 de diciembre de 2009

el vampiro que llevamos dentro




Ésta no es una película típica de vampiros. Es más bien, una metáfora sobre la infancia y lo solitaria y cruel que puede resultar. Su protagonista, Oskar, un niño de doce años hijo de padres separados, en medio de un paisaje, el sueco, invernal y un tanto desolador va mostrando su soledad: en la escuela es objeto de burla, lo llaman el cerdito y le pegan. El niño muestra una especie de comportamiento reprimido cuando está por fuera de su casa, donde ensaya con un cuchillo lo que le gustaría hacerle a sus compañeros. En ese momento es sorprendido por una joven de su misma edad, llamada Eli, que descalza y sin abrigo lo observa a sus espaldas, y le advierte, después de hacerse notar, que nunca podrá ser amiga suya. Eli es la vampira de la historia y tiene doce años desde hace mucho tiempo. Desde el principio se establecerá una relación de complicidad de un marginado a otro, una historia de amor, una historia de amistad. Cuando Oskar descubre el secreto de su nueva vecina, y le reprocha ser una despiadada máquina de matar, ésta le recuerda que no son tan distintos como piensa, en realidad ella hace lo que él no se atreve: devolver el golpe de forma radical y absoluta.

La película habla de más cosas, y no se trata de hacer un resumen pormenorizado, pero sí era necesario mostrar la parte de violencia, crueldad y soledad que se esconde en el argumento, y que supone el elemento de cohesión para hilvanar un discurso sorprendente, que escapa al encasillamiento del género. Podría sumarse a la película La mujer pantera de Jacques Tourneur: el uso de lo extraordinario, cierta visión mítica o mágica de la existencia para plantear conflictos que arrastramos diariamente y que no sabemos cómo racionalizarlos lo suficiente para exorcisarlos de forma definitiva.

Me llama mucho la atención la naturalidad de los protagonistas, los niños son auténticos, el ambiente en general es auténtico y cotidiano. Por eso las partes rodadas de cine fantástico, no vienen del exterior sino del propio interior, aún así se combinan acertadamente, el escenario se compagina con la truculenta historia. La nieve, el frío, un tiempo casi estancado, componen el marco perfecto para que florezcan las expresiones más inverosímiles y, sin embargo, cercanas.

Déjame entrar dirigida por Tomas Alfredson y basada en la novela de John Ajvide, estrenada este año en las pantallas españolas, ha pasado sin pena ni gloria, con favorable acogida por parte de la crítica, a la sombra de las adaptaciones de la saga de Meyers. Otro de estos sucesos azarosos que posiblemente llegarán a explicarse con el tiempo.

Óscar Hernández


jueves, 3 de diciembre de 2009

la identidad como invento





¿Quién es Mr. Arkadin?; ¿Quiénes somos nosotros cuando lo descubrimos?: ¿seremos su delator, seremos su cómplice? Mr. Arkadin es una incógnita, un invento, una excusa para evitar el tedio, una identidad improvisada. Todos podríamos ser Mr. Arkadin. Todos somos Mr. Arkadin.
La película de Welles comienza con el plano de la avioneta de Gregory Arkadin, que va volando vacía sin que nadie la pilote y con la voz de un narrador contando el extraño suceso, como si de una noticia real se tratase (ya lo vimos en Ciudadano Kane, guiño al documental a medio camino entre la biografía y la ficción). Con ese hecho se dispara la historia más extraña y divertida que rodó Welles. Es un cuento triste y entretenido, montado peripecia tras peripecia, con un flashback imparable, una puesta en escena basada como siempre en el montaje pero también en la concepción teatral de los personajes, en su revisión del perspectivismo propio del género negro y del picaresco, con un reto curioso, sencillo y sorprendente: Mr. Arkadin, famoso magnate, hombre poderoso extraído de un cuento de terror (magistral Welles, caracterizado con maquillaje, cejas, barba y peinado un tanto grotescos y postizos como si fuera la máscara que oculta al verdadero individuo mezcla de Rey Neptuno y ogro de cuento) le propone a otro individuo también con un pasado turbio que investigue sobre su vida. La trampa con la que intentará atrapar al incauto, a parte del dinero, es la siguiente: una amnesia impide a Mr. Arkadin saber quién fue antes de encontrarse con una gran suma de dinero en 1927, necesita reconstruir sus pasos hasta entonces.
Tras las pesquisas se descubre que el tal Gregory Arkadin ha estado involucrado con los nazis, con los comunistas, y con los fascistas y que ha pertenecido a una banda de delincuentes muy importante. Los miembros de dicha banda que pueden identificar a Arkadin antes de convertirse en él serán eliminados sistemáticamente.
La película tiene un ritmo vertiginoso y tras verla varias veces se puede comprobar su compleja estructura, de la que subyace de forma híbrida el cúmulo de relatos y de temas (algunos en potencia) tan bien engarzados (la historia detectivesca, la historia de amor, el trasfondo existencial, la identidad como invento, los fantasmas del pasado, la guerra y sus perdedores, le economía y sus intereses, el mundo subterráneo del pícaro y muchos más).

Es una coproducción franco-española de 1955 y llama la atención la habilidad de Welles para utilizar los elementos que necesita para la historia (el oscurantismo medieval con aquella procesión de capuchinos o los monstruos de Goya). También me gustó la actriz Amparo Rivelles con un cara a cara memorable frente a Arkadin-Welles y el tic del cigarrillo que va vaciando en el cenizero sin llegar a fumárselo. Una vez oí que si Orson Welles se hubiese dedicado a cualquiera de las otras artes habría despuntado igual. Está claro que su precocidad no fue en vano, realizó varias obras maestras y siempre con una ambición que asombra. Alguien que es capaz de dirigir escribir y actuar así ofreciendo un universo autónomo es como mucho extraño. Quizás Welles tuvo que inventarse. Que tres de sus obras más una también muy buena (El extraño, precisamente) pero ésta quizás con una factura más correcta, menos arriesgada (andando al revés en el tiempo: Fraude, Mr. Arkadin y Ciudadano Kane), traten el tema de la identidad no creo que sea debido al puro azar. ¿Pero de qué sirve aquí el planteamiento psicoanalítico?
Mr. Arkadin termina como empezó: una avioneta vacía en el aire, una identidad disuelta en el recuerdo, un puro juego triste y divertido, puro Welles, puro Arkadin. Quedémonos con la fábula que el protagonista nos cuenta: "Un escorpión y una rana, se enuentran en la orilla de un río. El escorpión le pide a la rana que lo ayude a cruzar. La rana desconfía y el escorpión apela a la lógica (no sería lógico, le dice, que te picara, nos hundiríamos los dos). Sin embargo, mientras van cruzando el río, el escorpión hiere mortalmente a la rana: esto no es lógico, le reprocha. Lo siento, le dice el escorpión, pero ¿qué le voy hacer?, es mi carácter." Brindemos por el carácter, dice Mr. Arkadin. Dijo, también, Orson Welles.
Óscar


martes, 10 de noviembre de 2009

El quimérico inquilino


Película dirigida y protagonizada por Roman Polanski en 1976. Ocho años después de La semilla del diablo. En la sinópsis te ponen lo siguiente: el dependiente Trelkovski ocupa un apartamento cuya antigua inquilina se ha suicidado. Es suficiente con saber esto, porque en realidad no te cuentan absolutamente nada. Basada en una novela de 1964 de Roland Topor rescatada por la editorial Valdemar, el terror es de los más espeluznantes y desagradables que he podido ver, y estoy deseando leerme la novela ( a pesar de conocer lo que motiva el suspense, es interesante comparar los dos planteamientos, el fílmico y el literario con una estructura que consiga captar la atención en escalada progresiva aun a disgusto del propio espectador o lector, según el caso). El terror se crea con la atmósfera, con los silencios y con los equívocos, pero también con las transformaciones psicológicas del protagonista. Y así se crea una atmósfera extraordinaria. Se crea la atmósfera con mayúscula. A través de nuestro héroe anodino descubrimos un mundo hostil. Advertimos la mesura con la que está contada esta historia, los giros de un género a otro: de la narración clara y clásica a un cambio de perspectiva donde el punto de vista cobra protagonismo, donde el punto de vista es la verdadera realidad de entre muchas que también lo son.
No se debe contar nada de la película y por eso se hace complicado recomendarla. Podríamos como en una argumentación medieval describirla diciendo lo que no es. Decir por ejemplo que no es una película de sustos, que no es una película agradable de ver, que no es la historia común de un común individuo. Y decir que nada de lo anterior es cierto.
Los diálogos son importantes, son brillantes. Quédense con la parte de los cigarrillos americanos casi al principio cuando el inquilino se toma un café en su recién estrenado barrio, frente a su nueva casa. No hacen sino compararlo con el antiguo inquilino, de forma persistente aunque indirecta, a través de los gustos y las costumbres del otro. El correcto Trelkovski, el perfecto joven burgués que sólo persigue mantener ciertas costumbres burguesas: cumplir sus horas laborales, cumplir con su casero, cumplir con sus vecinos, mantener las apariencias y convencerse de que son las correctas. Sin embargo va entrando en una espiral de complicaciones que lo hacen rebelarse y ofrecer un espectáculo desagradable, con repetidas situaciones frustrantes, pero que suponen la metáfora perfecta de una sociedad terroríficamente correcta. Y el espectador como un ciego es guiado hacia el precipicio y también se interroga y se disgusta. El talento del guión provoca que nos desvíemos lo justo todo el tiempo del verdadero protagonista: el quimérico inquilino. Quizás podríamos pensar que esta quimérica historia crea a unos espectadores también quiméricos. Extraordinario.
Óscar H.

jueves, 5 de noviembre de 2009

El libertino(2005), de Laurence Dunmore

Permitid que sea sincero,de buen comienzo: no seré de vuestro agrado. Así comienza su prólogo,copa en mano y desde la penumbra, un Johnny Depp priápico y chulesco, en los primeros minutos de El libertino, de Laurence Dunmore. Esta película pasó sin pena ni gloria, y ni siquiera los fans más acérrimos de Depp la conocen o la recuerdan sin una mueca de disgusto . Sin embargo, la película, sin ser notable, me dejó una grata impresión. Quizás es porque siento debilidad por las películas basadas en obras de teatro( suelen tener mejores diálogos y personajes mejor construidos...si no, que se lo digan a ese loco del teatro que fue Bergman) , o porque me ha impresionado conocer la iconoclasta figura de John Vilmont, segundo Conde de Rochester: libertino, rebelde con causa genital, escritor satírico y burlador de todos, especialmente de sí mismo(no se pierdan la escena en la que se hace retratar coronando a un mono con una corona de laurel...hecho totalmente verídico,por cierto). Pero Depp no es la única estrella que participa en este film británico. Johh Malkovich y la actriz británica Samatha Morton dan cuerpo a los personajes sobre los que se desarrollarán las andanzas de Vilmont: el rey Carlos III, que representa la tentación de asociarse con el poder que, para Vilmont, sólo es un motivo de chanza; y la actriz Elizabeth Barry, que da la oportunidad a John de ejercitar su talento como forjador de talentos y de paso, hacerle descubrir otro: el de amante casi romántico.
Pero no nos dejemos engañar por un libertino que anuncía de entrada su intención de ser sincero.No podemos decir que conocemos al Conde de Rochester hasta que hayamos oído el epílogo de esta película.

Fran

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Días del cielo de Terrence Malik

1978
DURACIÓN
94 min.Trailers/Vídeos
PAÍS Estados Unidos
DIRECTOR Terrence Malick
GUIÓN Terrence Malick
MÚSICA Ennio Morricone
FOTOGRAFÍA Néstor Almendros
REPARTORichard Gere, Brooke Adams, Sam Shepard, Linda Manz, Robert J. Wilke, Jackie Shultis, Stuart Margolin, Timothy Scott, Gene Bell, Doug Kershaw, Richard Libertini, Frenchie Lemond



Ésta es una obra consagrada desde el principio por la crítica, y además Malick es como Víctor Erice: hace el cine que quiere y se toma el tiempo necesario. Las consecuencias son, en el caso del español, tres obras maestras en tres décadas. Además es escritor y se graduó con summa cum laudem en Filosofía, y algo se nota de todo esto. Me explico: en sus obras hay como mínimo dos niveles: el primero, el de la propia historia con un argumento más o menos convencional y una sucesión de circunstancias que construyen la trama; y el segundo, el de la reflexión, el making off soterrado de la propia narración, donde parace preguntarse: ¿qué le ocurre a esta voz cuando ocurre esto, cuando se cuenta una historia, cuando resulta que la encarnación de esa voz construye un pasado o un presente, un lugar en el tiempo donde representar un papel concreto e interactuar con otros como él? Ese segundo nivel es la apostilla, es la glosa o comentario a pie de página y su escritura fílmica y literaria más evidente. A veces da la impresión de que hay demasiada voz en off en sus historias. Pero claro también es cierto que es una conciencia que se cuestiona y que siempre surge de un personaje especial, coherente con el planteamiento narrativo. Digamos que es una clave en su cine o un rasgo de estilo. No vemos una película y ya está. La película es mostrada y enseñada a través de un contraste expositivo que parace escapar a la acción y navegar sobre ella y hacer que el espectador se demore y analice lo que está viendo y piense lo que está pensando. Pero cuando el espectador ignora la voz, o cuando la propia historia la ignora, la acción entra como un torrente y barre con todo lo que había hasta el momento. Y ahí se muestra más que nunca el origen pseudotrágico de todas sus obras: personajes inmersos en su propia libertad, atrapados en ella. Aquí no hay un hado fatal y determinista al que echarle la culpa. La culpa la llevamos dentro (tradición judeocristiana), y también una reserva de nostalgia primigenia, encarnada en los personajes más inocentes, los que tienen un contacto directo con la naturaleza.
Visualmente es un cine que queda flotando una vez lo has visto. En esta obra, su segunda película, Néstor Almendros ganó el Oscar a la mejor fotografía. La luz es un personaje más pero también el viento y los colores. Es una obra sensitiva que casi puede olerse, palparse, habitarse. Lo duro de la época y de la propia historia se reduce con un hermoso relato visual.
Días del cielo narra varias historias, entre las que destacan: la de la niña y sus recuerdos, la de una pareja de jóvenes enamorados que vagan por el país buscándose la vida, y la de un rico hacendado que sabe que no le queda más de un año de vida. Estas tres historias se estructuran en una sóla. En un primer visionado, todo en esta obra parece funcionar a su manera, parece enamorar al espectador con un cierto primitivismo en las actitudes. El personaje cuenta a veces lo que está haciendo, algo evidente. Pero también lo oculta con la misma ingenuidad, con un silencio sonoro, que anuncia desgracias.

Terrence Malik (1943 Ottawa, Illinois, Estados Unidos) ha hecho hasta la fecha cuatro largometrajes. Actualmente ultima su quinta película "The tree of life". Su cine con contenidos históricos y políticos pero también panteístas, ecológicos y metafísicos destila un humanismo que transgrede la mera denuncia, convirtiéndola en lirismo filosófico.

Óscar H.

lunes, 19 de octubre de 2009

Banda a parte(1964), de Jean Luc Godard



Odile, Franz y Arthur se descubren como delincuentes del cine negro hollywoodiense, en una vuelta de tuerca propuesta por la mirada irónica, intelectual y desencantada de Godard. Odile, joven que remite indirectamente a la prostituta de la novela de Quenau, en un principio cae en la trampa de estos supervivientes, tipos duros, simulacros más bien, de los rebeldes habituales del cine negro. Como ya aparecía en Al final de la escapada con un Belmondo, imitando a Bogart en sus gestos, el héroe de Godard se afianza en una perspectiva irreal de su ensimismamiento, como si fuera un punto de fuga que sin embargo lo salvase del sistema. Es decir un outsider, deliberado y atractivo. Si su incursión al cine político, vendrá luego, es cierto que los fundamentos están aquí. El personaje anárquico prefigura al comprometido. A pesar de la ambigüedad que muestra Odile, recordemos cómo espanta a aquel desconocido que intenta acercarse a ella en un baño público, no se revela cruel e indiferente como la pareja de Belmondo, en un final triste y patético. Odile y Franz acaban juntos, huyendo hacia el sur, a pesar de que la huída es buscada, el dinero que roban es dinero robado, no han de temer que los denuncien. Aún así lo que han buscado desde el principio, una excusa para empezar desde cero, lo encuentran con su propia aventura. Las influencias de Godard, su cine y sus películas se revelan en una cierta consciencia colectiva. Se convierte en un icono a imitar, como anécdota nombramos dos casos al azar: Tarantino le pone el nombre de su productora, banda aparte, en homenaje suyo, y el baile de los tres protagonistas también es homenajeado por Cristina Rosenvinge en un video suyo. Renovador del montaje, apuesta por la descripción, más o menos acertada, de unos personajes solitarios que se encuentran en su escapada. Los componentes literarios, estéticos e iconográficos, a parte de la propia corriente de su pensamiento cinematográfico, colocan su obra en un lugar de la historia oficial del cine, quizás no la que él nos enseña. Esta joya que recomendamos, es aparte de entretenida, una sorpresa visual de prinicipio a fin.