jueves, 6 de mayo de 2010

"Una Peli para conquistar un amor"







TÍTULO ORIGINAL
Mr. Arkadin (AKA Confidential Report)
AÑO
1955
DURACIÓN
100 min.
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PAÍS

DIRECTOR
Orson Welles
GUIÓN
Orson Welles
MÚSICA
Paul Misraki
FOTOGRAFÍA
Jean Bourgoin (B&W)
REPARTO
Orson Welles, Paola Mori, Robert Arden, Akim Tamiroff, Michael Redgrave, Patricia Medina, Mischa Auer, Katina Paxinou
PRODUCTORA
Coproducción Francia-España
GÉNERO Y CRÍTICA

Drama. Intriga / SINOPSIS: Un marinero encuentra a un hombre moribundo. Éste antes de fallecer dice un nombre: Mr. Arkadin. El marinero comienza a investigar hasta dar con él, que resulta ser un misterioso millonario, dueño de un imperio industrial y financiero, que vive encerrado con su hija en su mansión de la Costa Azul. Una vez que lo encuentran, el propio Mr. Arkadin les pide que hagan una investigación sobre su pasado, porque padece amnesia. (FILMAFFINITY)
Filmada por Welles antes de "Sed de mal" o "El proceso", por su acabado parece sin embargo una de sus precarias películas tardías.Centra el argumento una interesante intriga generada por el misterioso Mister Arkadin, multimillonario de origen oscuro. Aduciendo un problema de amnesia, encarga a un supuesto agente un informe confidencial sobre su pasado, un trabajo de apariencia sencilla (el 'confidential report' del título alternativo). Arkadin quiere que el informe aclare decisivas lagunas de su propia historia personal.Las primeras averiguaciones en diversos escenarios internacionales apuntarán a una enigmática trama, con un trasfondo bastante más ramificado y abismal de lo previsto.Durante el tortuoso desarrollo de la investigación, Welles trata con insistencia algunos de sus temas favoritos: la búsqueda de la identidad, el desciframiento del yo, y también la confusión entre verdad y simulación o engaño.La película fue producida problemáticamente en España, durante uno de los exilios europeos del cineasta. En el rodaje, las tensiones entre él y su mentor Dolivet a causa del incumplimiento de plazos, la asfixia financiera y la participación de la aristócrata Paola Mori fueron tales que derivaron en demanda judicial. Welles terminó perdiendo el control del montaje, que pasó a manos de los productores, y consideró el resultado definitivo muy lejos de su Arkadin original.En entrevista con Bárbara Leaming, el 19 de febrero de 1984, declaró que la versión proyectada en los cines "convertía en chapuza el mejor argumento cinematográfico que yo había ideado".Y lo cierto es que la película parece realizada precipitadamente, montada a tijeretazos y grabada con brusquedad, falta de una supervisión cualificada. Deja demasiado al descubierto algunos de los defectos artísticos de Orson Welles: ampulosidad, desmesura, exageración y egocentrismo. El guión se basa en una novela corta del propio cineasta, publicada en París en 1954. Tal vez esta duplicación (novela y guión-película del mismo autor) ocasione un efecto 'Welles al cuadrado', excesivo. Se aprecia en el chocante abuso del contrapicado, por ejemplo; o en los planos de un Orson Welles semejante a un rey de la baraja francesa mirando fijo a cámara, con teatralidad tremenda. El otro actor protagonista, Robert Arden, no consiguió acoplarse al estilo.Son curiosas las localizaciones españolas, con una Segovia dominada por las obsesionantes torres del Alcázar. Y con una delirante mascarada goyesca, a cuya entrada, como en todas las fiestas de Arkadin, los participantes han de beber un vodka triple, para irse entonando.Con todo, en el desigual balance hay destellos del genio Welles que llenan de viveza el conjunto, como en la visita al amaestrador de pulgas o al anticuario-chamarilero; la poderosa escenificación, en general.Visto hoy, dicho conjunto parece involuntariamente posmoderno o deconstruido, lo que no deja de volverlo interesante.
"demio"

Arkadin no se cuantas ocasiones vi esta pelicula para desmostrar mi amor por Eva...aki keda lo ke pienso o propongo, ya me contaras

miércoles, 13 de enero de 2010

la lluvia que nos moja





Perteneciente a la trilogía que completan las obras El hijo de la novia y Luna de Avellaneda, esta crónica social mezcla de relato amoroso y político, supone la primera propuesta del tándem Darín-Campanella. Las características del cine de Campanella: un guión basado en lo coloquial, en la frescura del idioma, en los giros lingüísticos, y localismos que confieren un tinte naturalista a la historia que se nos cuenta, más un argumento donde el héroe se enfrenta ante sus propios miedos, a punto de desfallecer, de traicionarse (como ocurre en esta hermosa película) y se nos ofrece el itinerario de su redención, o al menos de cierto aprendizaje vital donde se reorganiza la escala de valores, y se resalta la vigencia ética de una lucha personal y necesaria.

El mismo amor la misma lluvia, comienza con los personajes, un grupo de amigos resguardándose de la lluvia (aunque no siempre sea posible, como con el amor, que acaba calando a la pareja protagonista) y Jorge Pellegrini (Ricardo Darín) contándoles a sus compañeros, mientras se alejan y se adentran en la profundidad de un plano general hacia el pasado y origen de la historia, el relato de este escritor cuya trayectoria artística y amorosa presenciamos conmovidos durante una década.

Hay muchas referencias a la escritura como oficio, y sobre las dificultades casi inherentes para mantener cierta integridad en un mundo como éste. La dictadura y el comienzo de la democracia se mostrará como telón de fondo de la historia de amor de Jorge y Laura (Soledad Villamil). Pero quizás lo que se oculte en el interior de este caballo de troya sea el miedo, motor de equivocaciones, también necesarias, para que nuestra pareja se resguarde, a veces, el uno del otro, o apueste por empaparse, otras, a lo largo de estos diez años, un gran flashback que nos conduce al final y a un nuevo intento en este mismo amor, superviviente y revivificado.

Recomendamos esta película por saber enseñarnos el humanismo de los personajes desde sus imperfectas historias, tan universales y cercanas.


Óscar Hernández

jueves, 31 de diciembre de 2009





Una película espectacular, de las que dejan huella. Es perfecta para pasar una tarde en pareja ysoñar con los personajes de la película, con alegría, amor, felicidad y humor.







AÑO 2007
DURACIÓN Nunca tendría que acabarse
PAÍS Francia

DIRECTOR Eric-Emmanuel Schmitt
GUIÓN Eric-Emmanuel Schmitt
MÚSICA Nicola Piovani
FOTOGRAFÍA Carlo Varini
REPARTO
Catherine Frot, Albert Dupontel, Jacques Weber, Fabrice Murgia, Nina Drecq, Camille Japy, Alain Doutey, Julien Frison, Aïssatou Diop, Laurence D'Amelio, Philippe Gouders, Nicolas Buysse, Bruno Metzger
PRODUCTORA
Bel Ombre Films / Pathé Renn Productions / TF1 Films / Les Films de l'Etang / Canal +
WEB OFICIAL
http://www.odettetoulemonde-lefilm.com/
GÉNERO Y CRÍTICA

Comedia. Realismo mágico / SINOPSIS: Odette (Catherine Frot) no tiene, aparentemente, ninguna razón para ser feliz, pero lo es. Balthazar (Albert Dupontel) no tiene, aparentemente, ninguna razón para ser infeliz, pero lo es. Odette es una cuarentona torpe que trabaja en la sección de cosméticos de unos grandes almacenes. Sueña con Balthazar Balsan, su escritor favorito, a quién cree que le debe su felicidad. Balsan es un hombre de éxito, atractivo y seductor que está a punto de aparecer inesperadamente en la vida de Odette. Un cuento mágico sobre dos náufragos de la vida a los que les separa todo...

Javi y Eva






domingo, 13 de diciembre de 2009

el vampiro que llevamos dentro




Ésta no es una película típica de vampiros. Es más bien, una metáfora sobre la infancia y lo solitaria y cruel que puede resultar. Su protagonista, Oskar, un niño de doce años hijo de padres separados, en medio de un paisaje, el sueco, invernal y un tanto desolador va mostrando su soledad: en la escuela es objeto de burla, lo llaman el cerdito y le pegan. El niño muestra una especie de comportamiento reprimido cuando está por fuera de su casa, donde ensaya con un cuchillo lo que le gustaría hacerle a sus compañeros. En ese momento es sorprendido por una joven de su misma edad, llamada Eli, que descalza y sin abrigo lo observa a sus espaldas, y le advierte, después de hacerse notar, que nunca podrá ser amiga suya. Eli es la vampira de la historia y tiene doce años desde hace mucho tiempo. Desde el principio se establecerá una relación de complicidad de un marginado a otro, una historia de amor, una historia de amistad. Cuando Oskar descubre el secreto de su nueva vecina, y le reprocha ser una despiadada máquina de matar, ésta le recuerda que no son tan distintos como piensa, en realidad ella hace lo que él no se atreve: devolver el golpe de forma radical y absoluta.

La película habla de más cosas, y no se trata de hacer un resumen pormenorizado, pero sí era necesario mostrar la parte de violencia, crueldad y soledad que se esconde en el argumento, y que supone el elemento de cohesión para hilvanar un discurso sorprendente, que escapa al encasillamiento del género. Podría sumarse a la película La mujer pantera de Jacques Tourneur: el uso de lo extraordinario, cierta visión mítica o mágica de la existencia para plantear conflictos que arrastramos diariamente y que no sabemos cómo racionalizarlos lo suficiente para exorcisarlos de forma definitiva.

Me llama mucho la atención la naturalidad de los protagonistas, los niños son auténticos, el ambiente en general es auténtico y cotidiano. Por eso las partes rodadas de cine fantástico, no vienen del exterior sino del propio interior, aún así se combinan acertadamente, el escenario se compagina con la truculenta historia. La nieve, el frío, un tiempo casi estancado, componen el marco perfecto para que florezcan las expresiones más inverosímiles y, sin embargo, cercanas.

Déjame entrar dirigida por Tomas Alfredson y basada en la novela de John Ajvide, estrenada este año en las pantallas españolas, ha pasado sin pena ni gloria, con favorable acogida por parte de la crítica, a la sombra de las adaptaciones de la saga de Meyers. Otro de estos sucesos azarosos que posiblemente llegarán a explicarse con el tiempo.

Óscar Hernández


jueves, 3 de diciembre de 2009

la identidad como invento





¿Quién es Mr. Arkadin?; ¿Quiénes somos nosotros cuando lo descubrimos?: ¿seremos su delator, seremos su cómplice? Mr. Arkadin es una incógnita, un invento, una excusa para evitar el tedio, una identidad improvisada. Todos podríamos ser Mr. Arkadin. Todos somos Mr. Arkadin.
La película de Welles comienza con el plano de la avioneta de Gregory Arkadin, que va volando vacía sin que nadie la pilote y con la voz de un narrador contando el extraño suceso, como si de una noticia real se tratase (ya lo vimos en Ciudadano Kane, guiño al documental a medio camino entre la biografía y la ficción). Con ese hecho se dispara la historia más extraña y divertida que rodó Welles. Es un cuento triste y entretenido, montado peripecia tras peripecia, con un flashback imparable, una puesta en escena basada como siempre en el montaje pero también en la concepción teatral de los personajes, en su revisión del perspectivismo propio del género negro y del picaresco, con un reto curioso, sencillo y sorprendente: Mr. Arkadin, famoso magnate, hombre poderoso extraído de un cuento de terror (magistral Welles, caracterizado con maquillaje, cejas, barba y peinado un tanto grotescos y postizos como si fuera la máscara que oculta al verdadero individuo mezcla de Rey Neptuno y ogro de cuento) le propone a otro individuo también con un pasado turbio que investigue sobre su vida. La trampa con la que intentará atrapar al incauto, a parte del dinero, es la siguiente: una amnesia impide a Mr. Arkadin saber quién fue antes de encontrarse con una gran suma de dinero en 1927, necesita reconstruir sus pasos hasta entonces.
Tras las pesquisas se descubre que el tal Gregory Arkadin ha estado involucrado con los nazis, con los comunistas, y con los fascistas y que ha pertenecido a una banda de delincuentes muy importante. Los miembros de dicha banda que pueden identificar a Arkadin antes de convertirse en él serán eliminados sistemáticamente.
La película tiene un ritmo vertiginoso y tras verla varias veces se puede comprobar su compleja estructura, de la que subyace de forma híbrida el cúmulo de relatos y de temas (algunos en potencia) tan bien engarzados (la historia detectivesca, la historia de amor, el trasfondo existencial, la identidad como invento, los fantasmas del pasado, la guerra y sus perdedores, le economía y sus intereses, el mundo subterráneo del pícaro y muchos más).

Es una coproducción franco-española de 1955 y llama la atención la habilidad de Welles para utilizar los elementos que necesita para la historia (el oscurantismo medieval con aquella procesión de capuchinos o los monstruos de Goya). También me gustó la actriz Amparo Rivelles con un cara a cara memorable frente a Arkadin-Welles y el tic del cigarrillo que va vaciando en el cenizero sin llegar a fumárselo. Una vez oí que si Orson Welles se hubiese dedicado a cualquiera de las otras artes habría despuntado igual. Está claro que su precocidad no fue en vano, realizó varias obras maestras y siempre con una ambición que asombra. Alguien que es capaz de dirigir escribir y actuar así ofreciendo un universo autónomo es como mucho extraño. Quizás Welles tuvo que inventarse. Que tres de sus obras más una también muy buena (El extraño, precisamente) pero ésta quizás con una factura más correcta, menos arriesgada (andando al revés en el tiempo: Fraude, Mr. Arkadin y Ciudadano Kane), traten el tema de la identidad no creo que sea debido al puro azar. ¿Pero de qué sirve aquí el planteamiento psicoanalítico?
Mr. Arkadin termina como empezó: una avioneta vacía en el aire, una identidad disuelta en el recuerdo, un puro juego triste y divertido, puro Welles, puro Arkadin. Quedémonos con la fábula que el protagonista nos cuenta: "Un escorpión y una rana, se enuentran en la orilla de un río. El escorpión le pide a la rana que lo ayude a cruzar. La rana desconfía y el escorpión apela a la lógica (no sería lógico, le dice, que te picara, nos hundiríamos los dos). Sin embargo, mientras van cruzando el río, el escorpión hiere mortalmente a la rana: esto no es lógico, le reprocha. Lo siento, le dice el escorpión, pero ¿qué le voy hacer?, es mi carácter." Brindemos por el carácter, dice Mr. Arkadin. Dijo, también, Orson Welles.
Óscar


martes, 10 de noviembre de 2009

El quimérico inquilino


Película dirigida y protagonizada por Roman Polanski en 1976. Ocho años después de La semilla del diablo. En la sinópsis te ponen lo siguiente: el dependiente Trelkovski ocupa un apartamento cuya antigua inquilina se ha suicidado. Es suficiente con saber esto, porque en realidad no te cuentan absolutamente nada. Basada en una novela de 1964 de Roland Topor rescatada por la editorial Valdemar, el terror es de los más espeluznantes y desagradables que he podido ver, y estoy deseando leerme la novela ( a pesar de conocer lo que motiva el suspense, es interesante comparar los dos planteamientos, el fílmico y el literario con una estructura que consiga captar la atención en escalada progresiva aun a disgusto del propio espectador o lector, según el caso). El terror se crea con la atmósfera, con los silencios y con los equívocos, pero también con las transformaciones psicológicas del protagonista. Y así se crea una atmósfera extraordinaria. Se crea la atmósfera con mayúscula. A través de nuestro héroe anodino descubrimos un mundo hostil. Advertimos la mesura con la que está contada esta historia, los giros de un género a otro: de la narración clara y clásica a un cambio de perspectiva donde el punto de vista cobra protagonismo, donde el punto de vista es la verdadera realidad de entre muchas que también lo son.
No se debe contar nada de la película y por eso se hace complicado recomendarla. Podríamos como en una argumentación medieval describirla diciendo lo que no es. Decir por ejemplo que no es una película de sustos, que no es una película agradable de ver, que no es la historia común de un común individuo. Y decir que nada de lo anterior es cierto.
Los diálogos son importantes, son brillantes. Quédense con la parte de los cigarrillos americanos casi al principio cuando el inquilino se toma un café en su recién estrenado barrio, frente a su nueva casa. No hacen sino compararlo con el antiguo inquilino, de forma persistente aunque indirecta, a través de los gustos y las costumbres del otro. El correcto Trelkovski, el perfecto joven burgués que sólo persigue mantener ciertas costumbres burguesas: cumplir sus horas laborales, cumplir con su casero, cumplir con sus vecinos, mantener las apariencias y convencerse de que son las correctas. Sin embargo va entrando en una espiral de complicaciones que lo hacen rebelarse y ofrecer un espectáculo desagradable, con repetidas situaciones frustrantes, pero que suponen la metáfora perfecta de una sociedad terroríficamente correcta. Y el espectador como un ciego es guiado hacia el precipicio y también se interroga y se disgusta. El talento del guión provoca que nos desvíemos lo justo todo el tiempo del verdadero protagonista: el quimérico inquilino. Quizás podríamos pensar que esta quimérica historia crea a unos espectadores también quiméricos. Extraordinario.
Óscar H.

jueves, 5 de noviembre de 2009

El libertino(2005), de Laurence Dunmore

Permitid que sea sincero,de buen comienzo: no seré de vuestro agrado. Así comienza su prólogo,copa en mano y desde la penumbra, un Johnny Depp priápico y chulesco, en los primeros minutos de El libertino, de Laurence Dunmore. Esta película pasó sin pena ni gloria, y ni siquiera los fans más acérrimos de Depp la conocen o la recuerdan sin una mueca de disgusto . Sin embargo, la película, sin ser notable, me dejó una grata impresión. Quizás es porque siento debilidad por las películas basadas en obras de teatro( suelen tener mejores diálogos y personajes mejor construidos...si no, que se lo digan a ese loco del teatro que fue Bergman) , o porque me ha impresionado conocer la iconoclasta figura de John Vilmont, segundo Conde de Rochester: libertino, rebelde con causa genital, escritor satírico y burlador de todos, especialmente de sí mismo(no se pierdan la escena en la que se hace retratar coronando a un mono con una corona de laurel...hecho totalmente verídico,por cierto). Pero Depp no es la única estrella que participa en este film británico. Johh Malkovich y la actriz británica Samatha Morton dan cuerpo a los personajes sobre los que se desarrollarán las andanzas de Vilmont: el rey Carlos III, que representa la tentación de asociarse con el poder que, para Vilmont, sólo es un motivo de chanza; y la actriz Elizabeth Barry, que da la oportunidad a John de ejercitar su talento como forjador de talentos y de paso, hacerle descubrir otro: el de amante casi romántico.
Pero no nos dejemos engañar por un libertino que anuncía de entrada su intención de ser sincero.No podemos decir que conocemos al Conde de Rochester hasta que hayamos oído el epílogo de esta película.

Fran