miércoles, 13 de enero de 2010

la lluvia que nos moja





Perteneciente a la trilogía que completan las obras El hijo de la novia y Luna de Avellaneda, esta crónica social mezcla de relato amoroso y político, supone la primera propuesta del tándem Darín-Campanella. Las características del cine de Campanella: un guión basado en lo coloquial, en la frescura del idioma, en los giros lingüísticos, y localismos que confieren un tinte naturalista a la historia que se nos cuenta, más un argumento donde el héroe se enfrenta ante sus propios miedos, a punto de desfallecer, de traicionarse (como ocurre en esta hermosa película) y se nos ofrece el itinerario de su redención, o al menos de cierto aprendizaje vital donde se reorganiza la escala de valores, y se resalta la vigencia ética de una lucha personal y necesaria.

El mismo amor la misma lluvia, comienza con los personajes, un grupo de amigos resguardándose de la lluvia (aunque no siempre sea posible, como con el amor, que acaba calando a la pareja protagonista) y Jorge Pellegrini (Ricardo Darín) contándoles a sus compañeros, mientras se alejan y se adentran en la profundidad de un plano general hacia el pasado y origen de la historia, el relato de este escritor cuya trayectoria artística y amorosa presenciamos conmovidos durante una década.

Hay muchas referencias a la escritura como oficio, y sobre las dificultades casi inherentes para mantener cierta integridad en un mundo como éste. La dictadura y el comienzo de la democracia se mostrará como telón de fondo de la historia de amor de Jorge y Laura (Soledad Villamil). Pero quizás lo que se oculte en el interior de este caballo de troya sea el miedo, motor de equivocaciones, también necesarias, para que nuestra pareja se resguarde, a veces, el uno del otro, o apueste por empaparse, otras, a lo largo de estos diez años, un gran flashback que nos conduce al final y a un nuevo intento en este mismo amor, superviviente y revivificado.

Recomendamos esta película por saber enseñarnos el humanismo de los personajes desde sus imperfectas historias, tan universales y cercanas.


Óscar Hernández